domingo, 4 de noviembre de 2007

Diario de una Noctámbula

Noctámbula se encuentra sentada cerca de la orilla del mar. En el horizonte, allá donde el cielo se une con el mar, colores anaranjados dan paso al nuevo día que amanece, rompiendo la oscuridad de la noche.

Se puede ver la estrella vespertina, aquella que es la última en desaparecer y que indica el fin de la oscuridad.

Noctámbula hace apenas horas, vagabundeó por parajes extraños, carentes de luz, donde el ruido de animales reptantes y bichos nocturnos, sobrecogían el corazón. Donde la temible impresión de un ser sin nombre acechando a cada paso hacía que todos los vellos se le pusieran de punta al más leve soplo de aire. Temblando ante la visión de extrañas y aberrantes sombras incoherentes que sugerían horrores escondidos y delirantes seres venidos de algún lejano confín, quizás de la profundidades abisales del alma, donde el mar negro hierve en la infinita tormenta primordial.

Pero Noctámbula, tras tal agotadora y temible travesía, había llegado al mar, donde se respira tranquilidad y el espíritu se aquieta. Asimilando lo anteriormente vivido para que forme parte de uno, aprendendiendo de la experiencias. Lugar donde descansar y tomar fuerzas, recargándose de la energía del océano para poder continuar los caminos que le esperan, a veces angostos, otras temibles y, quizás, algunos livianos y felices.

1 comentario:

ansita dijo...

abre bien los pulmones, respira hondo, coge fuerzas y salta!!