jueves, 23 de octubre de 2008

¿Dónde quedó la magia?

La época de la niñez impregna el mundo de magia, mientras una mariposa revolotea desprendiendo polvo de hada de sus alas, que cazan ansiosos pequeños goblins salidos de la maleza con una red y un cubo en sus manos.

Nerei corre por el jardín con su vestido preferido, ese que tiene tan parecido al de su mamá, azul, de tirantas, que siempre está pidiéndole que se lo ponga a la vez que ella. Va en dirección a los columpios, con la intención de llegar esta vez a las nubes blanditas. El otro día se quedó muy, pero que muy cerca y pensaba que esta vez lo conseguiría si tomaba un poquito más de impulso. A ella le gusta sentir el viento dándole en la cara mientras toma velocidad, a esa edad, todo parece más real: los colores son más vivos y las sensaciones también; todo se vive con más intensidad antes de que el mundo se cubra con el velo que tienen en sus ojos los adultos, aquél que adormece los sentidos y que hace que la realidad sea como un sueño, en vez de que los sueños sea pedazos de realidad.

Nerei se baja del columpio, tampoco hoy a llegado a alcanzar las nubes… debe ser que es pequeña y aún tiene que crecer para ganar fuerza. Así que decide ir a buscar vinagretas, para hacer un collar con estas flores mientras chuperretea alguno de los tallos. En la recolección puede ver como hilos de hormigas llevan su alimento hacia su casita, admirada por la coordinación que tienen entre ellas, como si fueran partes de un único ente. El jardín es un amplio universo aún por descubrir.

Le gustan las puestas de sol, por los colores que se despliegan en el cielo, rojos y anaranjados sobre azul intenso, y piensa en lo grande que es todo, en la cantidad de rincones que le quedan ocultos, y en la magia que rodea a cada uno de esos rincones.

Es la época en la que todo es posible, donde la línea entre realidad y ficción aún no está definida, en la que los reyes magos existen, las hadas se camuflan en la maleza y las brujas acechan a las victimas que serán ingredientes para sus pociones que elaboran en enormes calderos humeantes y burbujeantes.

Leyendo: Alicia en el pais de las maravillas – Lewis Carroll.

jueves, 16 de octubre de 2008

Pérdida de fe



Cuando se pierde la fe en el Hombre se nota como un vacío se extiende por dentro, como la oscuridad de la noche que cubre el cielo diurno. Se siente como una bella flor se marchita, pero lo que la marchita no es el paso del tiempo, si no el paso de acontecimientos que van poniendo mustios los pétalos de esperanza que germinaban.

Esperanza de que el Hombre sería capaz de superar su torpeza, de superar sus complejos, de integrarse con el todo en vez de sucumbir al egoísmo y sentirse centro del universo (qué de miles de millones de centros del universo habría si no solamente en el planeta tierra)

Día tras día veo como mucha gente tiende a llenarse la barriga hasta vomitar aunque eso conlleve la muerte de unos cuantos. Día tras día veo una carnicería humana, donde unos depredadores caníbales devoran, mientras carcajean, la vida de los que quieren vivir en el respeto mutuo tan solo por conseguir más. Y lo peor, que mucho de esos depredadores tienen poder.

Poco a poco voy siendo consciente de que, mientras más me esfuerzo por intentar cambiar al menos la situación que me rodea, a la que tengo acceso, más llama a mi puerta el fantasma de la decepción. Y mientras un estado melancólico hacia eso que hubiera podido ser y que no es, hacia lo que había depositado mis esperanzas y mis fuerzas con afán de conseguir crecer en ciertos aspectos desde que era un moco, son lanzados por tierra por esas semillas contaminadas.

La desesperanza se hace muy presente, tan presente que me absorbe y no me deja escribir, como si tuviera un nudo en la garganta constantemente. Y yo, como otras veces, lo que quiero es GRITAR. Gritarle al mundo como si quisiera que despertara. Pero solo conseguiría desgañitarme… y quizás, soy yo quien debe despertar.

Llegado un punto, cuando una parte de mi realidad (la de mariposas y flores y piruletas y arco iris donde me gusta vivir) se desmorona a migajas, me pregunto, ¿y ahora qué?

Y me siento en la encrucijada intentado vislumbrar EL camino.