Es entonces cuando las ondas sonoras entrar en un fluir continuo a través de la cabeza inundando cada centímetro de piel. Se extiende y a cada cambio de ritmo, a cada frase de la melodía, a cada nuevo estímulo, el cuerpo reacciona entrando en estados distintos.
Sensaciones.
A veces parece que tu cuerpo esta como dormido, que todo evento externo es amortiguado por un colchón invisible que te envuelve. Acaríciame y apenas sentiré nada. Los sentimientos están dormidos bajo la piel. Estás dormido bajo tu propia piel insensibilizada.
Y entonces… consigues dejarte llevar.
Y entra a borbotones.
Borbotones ordenados, ondulantes, de vibraciones que se transforman en colores, colores que se transforman en sentimientos a través de un nuevo canal de comunicación, de un sexto sentido.
¿Notas esa presión en el pecho? ¿Notas como te trasporta? Abre tu mente un poco más…
Trance.
Y el frescor invade el cuerpo antes dormido… Ahora todo se ve con los ojos de nuestro niño interior tan capaz de sentir y asombrarse. Todo está a flor de piel y tienes ganas de llorar para liberar esa tensión que se acumula en el pecho en un estallido de color.
(Y es que este sentimiento, una de las pocas cosas que me lo producen es escuchar música, como en este caso me ha pasado con Jeff Buckley. Gracias, Nébula, por descubrírmelo… un poco tarde por que ya no está para poder escucharlo en directo, pero justo a tiempo para volver a sentir estas extrañas e intensas sensaciones)