miércoles, 21 de octubre de 2009
Todos los gatos van al cielo
Un trueno demasiado cercano tronó e, instantáneamente, al gato blanco se le arqueó el lomo totalmente erizado.
Fussssssssssssh!
El torrente de agua tormentosa resbala formando amplios riachuelos por la ventana. En esos momentos el mayor placer consiste en acurrucarte bajo el brasero, asomando tan solo la cabecita mientras el mullido sofá te envuelve de manera casi protectora.
“Nunca fui amiga de ruidos fuertes… se me abren mucho los ojos, se me arquea el lomo y…”
¡Fusssssssssh!
Zarpazos ficticios intentando recuperar la Tranquilidad y la Paz…
“Quizás en mi vida anterior fui monje budista… o monja de clausura. ¿Te imaginas? Haciendo bizcochitos y rosquillas aderezados con silencio y paz.”
¡Chash, Chash! reza el mechero mientras prende un cigarrillo… el humo asciende envolviendo la lámpara, burda imitación de la nube que encapota el cielo.
“¡Bah! No tiene sentido pensar quién fui si no sé realmente quién soy… pregunta que parece predestinada a prolongarse hasta el último día…”
Sube el gato en el regazo, se hace una rosquilla y ronronea y duerme… el susto de antes yace en el olvido. Solo importa el presente y el ahora.
“Ojala hubiera nacido gato…”
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