La noche que daba paso del día 27 al 28 de Abril, viví uno de esos momentos. Dentro de mi, después del primer aviso sabía que esa noche iba a ser la noche, cada signo que percibía lo atestiguaba. Cuando algo realmente importante va a pasar, se me agarran las tripas y me acelero, mientras una sensación de temor a lo desconocido me envuelve desde el exterior, como si fuera un sentimiento ajeno a mi. Desgraciadamente cuando he entrado en un estado similar al de esa noche, al poco, o incluso justo en esos momentos, ocurre algo terrible. Las anteriores veces precedían a la muerte de algún ser querido. Pero por primera vez, (y diez días antes de lo esperado) ha precedido a la vida.
Y todo ocurrió, bajo mi perspectiva, acunado por la luna llena que se asomaba por mi ventana cada vez que, intranquila y expectante, me despertaba de mi liviano sueño y miraba a través del cristal. Y ahí estaba redonda, blanca, espectral. Luna llena que daba la bienvenida a Emma.
(¡Es la cosa más bonita del mundoooo! :____D )