lunes, 7 de abril de 2008

Juegos del destino


Yuri era un hombre al que el destino gustaba de atormentar con calamidades aterradoras. Yuri, desde muy pequeño, parecía estar marcado con la señal de los malditos, pues no era normal que la vida se cebara de esa manera con él. Si es cierto que el karma existía, probablemente él hubiera sido, en una vida anterior, el mismísimo retoño del diablo cuando menos.



Poco después de cumplir sus 7 primaveras, cierta noche en la que Yuri dormía en casa de sus primos, el padre --el cual golpeaba a su débil madre y a él cada vez que el alcohol se mezclaba con su sangre, cosa que ocurría muy a menudo— arrebató la vida de esta con cada golpe de una brutal paliza. Una vez vovió en sí, las culpas le condujeron al suicidio, tras ser consciente de la carnicería que había cometido, tirándose por la ventana de un sexto y cayendo en lo alto de un coche aparcado derramándose por el capó hundido.



Pero de aquél día, no sólo recuerda vívidamente el momento en que su tía le comunicó que ya no volvería a ver a sus padres, si no el amanecer precioso que, entre lágrimas de un niño que aún no podía entender que significaba la muerte, penetraba por sus ojos en forma de radiantes colores y le hacía sentir, por primera vez, que estaba vivo, mientras una sensación de realidad y plenitud inundaban su palpitante corazón.



Su joven tía se apiadó de él. En su gran corazón tenía espacio para cobijar a la criaturita que había quedado desvalida. Y así creció en el seno de una familia que lo quería, con su primo dos años menor que se convertiría pronto en uno de sus mejores amigos y con el que compartía varios años de su vida.



Cierto día, ya de jóvenes, mientras volvían a casa de tomar unas copas con los amigos, fueron asaltados por unos atracadores que al ver que el primo de Yuri – maromo de casi dos metros de altura y dispuesto a liarse a hostias con ellos—no se amedrentaba, fingieron huir para, poco después, apuñalarlo por la espalda cuando estos, confiados, continuaban su camino, huyendo del lugar del crimen antes de que nadie pudiera hacer nada. Y Yuri maldijo a los despiadados asesinos, a dios (si es que existía) y al universo infinito al ver que a su primo y amigo se le escapaba la vida mientras lo mecía entre sus brazos, cubierto de sangre roja.



Y en el funeral, entre llantos y lloros, conoció a la que era pareja hasta entonces de su primo y, lo que aún era más importante, a la hermana de esta, Marta, que en un futuro no demasiado lejano se convertiría en su esposa. Y la primera noche que amaneció con ella en la cama, abrió las ventanas y, como cuando era niño, los colores del amanecer inundaron su conciencia haciéndole sentir la vida en cada poro de su piel.



Años felices se sucedieron para Yuri, años donde el amor primaba en su vida, hasta que culminó con el nacimiento de su hijo, un varón gordito cual buda que albergaba el milagro de la vida y cuyo venir al mundo fue como un regalo precioso que no podía ser descrito con palabras.



Pero el destino guardaba otro golpe aún, un golpe aterrador… y cierto día en el que la mujer de Yuri conducía de regreso a casa con él y su hijo, un vehículo conducido por un personaje ebrio entró en dirección contraria a la autopista por la que circulaba la feliz familia. Marta se vio de golpe en la situación de peligro, con un psicópata que iba directo a chocar con ellos frontalmente, y, en un atisbo de conciencia, se dio cuenta que si giraba bruscamente hacia la derecha podría volcar hacia ese lado y condenar a su familia a una muerte segura… así que lo hizo hacia la izquierda. El coche evitó el choque pero volcó en esa dirección lo que hundió el capó por la parte del conductor hasta casi rozar el asiento. Cuando Yuri volvió en sí, el médico le dijo que tenía dos noticias que darle, una buena y otra mala: la buena, que su hijo estaba ileso; la mala, que su mujer había muerto y que él había perdido la pierna derecha.



Yuri lloró amargamente, clamando al cielo por qué se había llevado a uno de los seres que más amaba en la faz de la tierra… hasta que llegó el amanecer, y le trajeron a su hijo que, cómo un budita, le sonreía feliz y gordito, y le alargaba los brazos para que lo cogiera y meciera. Y alzando al niño vio en la ventana que estaba justo detrás, cómo el sol salía por el horizonte y una alegría inmensa al ver a su primogénito sano y salvo hizo, otra vez, que esos colores provenientes de la luz le enseñaran que estaba vivo, y le llenó de fuerza para seguir afrontando su destino.



Yuri se rehabilitó y aprendió a andar con una prótesis pasado el tiempo. También aprendió a pintar hermosos cuadros donde era capaz de captar la luz y los colores con especial maestría, y leyó muchos libros que le enseñaron cosas útiles mientras estaba postrado en la cama sin poder andar. Todo esto le ayudó a educar a su hijo de manera sabia y sacar de él un hombre de provecho.



El día en que Yuri murió, su hijo lloraba mientras lo veía postrado en la cama. Lloraba por que su padre se iba, lloraba por la vida tan dura que les había tocado vivir y por los sufrimientos por los que habían pasado. Pero su padre le sonrió y le dijo que si no hubiera sido así, ahora él no estaría aquí… podría haber muerto el día de la paliza en el que falleció su madre si no hubiera estado en casa de sus tíos, o no haberse criado con su primo. Podría no haber conocido a su madre si su primo no hubiera muerto. Podría haber fallecido junto a él, su hijo, el día del accidente si Marta no se hubiera sacrificado. Si no hubiera perdido la pierna, no hubiera pintado nunca, ni le hubiera enseñado aquello aprendido de los libros… Y entonces le dijo unas palabras que se grabaron en él a fuego, como la última enseñanza de su padre:



"No olvides que, en esta vida, las cosas ocurren por algo y está en nosotros aprender a apreciar lo que nos brinda, sin dejarnos hundir y absorber por las cosas terribles que ocurren, si no, apoyándonos en todo lo hermoso que nos deja. En nosotros está colocar el prisma con el que mirar a través para ver la vida. En nosotros está sacar lo positivo, crecer y aprender de ella."

Nota: Segunda y última correción (con un poquito de ayuda :P)

3 comentarios:

Miguelo dijo...

el destino se aburre mucho y se entretiene jugando con nosotros.

puedes quitar lo de verificar palabra?

Belén dijo...

Es una buena forma de sonreir a la desgracia, pero joe... hay existencias que....

Besicos

Unknown dijo...

uff, no se si yo tendría esa fuerza

noooo,no quites la verificación que se te llena de basurilla en seguida el blog...